lunes, 2 de marzo de 2009

Querida Samanta, no es eso


En la Facultad de Periodismo predicaban lo vocacional de este oficio - circunstancia no necesariamente buena- y su práctica auguraba ajustarse más a los votos franciscanos de pobreza, castidad, humildad y obediencia que a profundos debates éticos sobre la objetividad, independencia, veracidad y relevancia además de la disquisición entre lo importante y lo interesante.

Sobre la pobreza no hay mucho que decir. Las nóminas de periodistas y las condiciones laborales hablan por sí solas en no sé cuantas batallas perdidas por este espíritu individualista del que somos victimas y verdugos.

Sobre la castidad tampoco haremos prolijos comentarios que nos desviarían del tema por lo que cada uno y una se apañe y quien a Dios se la dé San Pedro se la bendiga.

De la obediencia sabemos que en todos los sitios cuecen habas y también existe lo de la cadena de mando, así que si coges berrinches los puedes despachar en la consulta del doctor Johnnie Walker que tiene la consulta siempre abierta como las tiendas de 24 horas.

¿Pero y sobre la humildad con el mandamiento para el periodista de no ser protagonista de la noticia?

Viene al caso esta reflexión tras leer y ver como la Cuatro y la periodista Samanta Villar se va a pasar 21 días sin comer para “comprenderles mejor sin juicios, sin prejuicios, con una mirada limpia a los enfermos de anorexia. – Eso sí vigilada por una doctora para que la vida del artista no corra peligro-


Fíjate que como a veces me despisto, yo sí creo que esta experiencia profesional sería más digna de pronunciamiento público por la Asociación de la Prensa de Madrid que lo del Gran Wyoming en su metida a la Sexta, más que nada porque el susodicho jamás se ha reivindicado como periodista.


¿Es necesario someterse a esta tortura como método de conocimiento y aproximación a la realidad de la anorexia o por el contrario, se trivializa y “espectaculariza” la información y por tanto se degrada?


¿Merece el reportaje y sus víctimas que sea acompañado de tal guarnición?


Pues yo creo compañera Samanta que no.

Todo mi respeto por tu trabajo y valentía pero no es eso.


¿O la próxima vez te vas a pinchar con una jeringa infectada para informar sin prejuicios sobre la vida de los enfermos de Sida, te vas a dejar humillar y golpear para informar con objetividad sobre el derribo de la autoestima que sufren las mujeres maltratadas, vas a empezar a esconderte por las esquinas limpiando semejantes los días de luna llena para comprender mejor las mentes perturbadas de los asesinos en serie, te vas a amputar los pechos para explicar en una crónica existencial lo que sienten las pacientes masectomizadas?


Ignoro si estamos ante un caso de obediencia debida para la realización del reportaje. Si es así me comprometo a una campaña para salvaguardar tu dignidad profesional, pero si es una ocurrencia tuya o de algún guionista paciente crónico del share, eso deberías mirártelo.


Más que nada porque estas cosas –me niego a llamarlo género- al final se desmandan y hay informaciones que merecen la pena y otras que de la forma en que hacen no. Querida Samanta, no es eso.

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