jueves, 5 de marzo de 2009

El Elefante de Saramago


Mi perra defiende la superioridad moral del reino animal sobre el humano y especialmente el de canino que es el suyo.

Esta reflexión me la ha hecho esta tarde cuando al final he descubierto donde se ha pasado las últimas dos semanas en la hora de siesta en las que desaparecía sigilosamente.

La muy ladina se ha leído debajo de mi cama el elefante de Saramago, no sé si porque creía que la iba llevar de picos pardos a la inauguración de la Casa de la Cultura al anunciar su visita el escritor a Albacete, aprovechando que nos habían cerrado el Parque por los fuertes vientos.

Al final no ha podido ser y ni hemos ido nosotros a la inauguración ni Saramago ha lucido junto al edificio que lleva su nombre en Albacete, por lo que las reflexiones de mi perra sobre el viaje de un elefante desde Lisboa a Viena me ha tenido como contertulio sustituto, ocupando el lugar de un premio Nobel de la letras - lo cual no deja de ser un honor-

Como estoy convencido de que se ha visto defraudada en sus expectativas, me ha dado una larga cambiada y solo ha compartido conmigo algunas de las esencias reservada para Saramago. Al igual que él, mi perra es pesimista sobre el futuro del ser humano, aunque mientras el portugués crea que sólo de mano de los pesimistas puede tener solución este mundo, mi perra envida más a este mus existencial y lo da categóricamente por perdido.

El elefante de Saramago – me alecciona seria- sólo aprende por bondad y porque tiene el respeto de su cornaca indio. Una vez consumido su forraje se abandona a la providencia de su sustento para el día de mañana. No come ni bebe más de lo que necesita, no acapara ni especula, ni siquiera tiene la tentación de invertir en el mercado de futuros de forrajes, ni monta redes paralelas para el blanqueo de hierba ni engaña con alimentos que no existen en paraísos herbáceos opacos.


Mi perra augura que nuestra destrucción vendrá determinada por la incapacidad para aprender de las enseñanzas de nuestros antepasados y de su historia. Por levantar durante siglos imperios y civilizaciones que dejamos caer para construir nuevas sociedades que depredaremos igual víctimas de la ambición y de la desigualdad.

Lo único que lamenta mi perra es que en este viaje al infierno nos van a tener que acompañar porque les pierde la fidelidad y que al final serán los insectos los que heredarán la Tierra, y aunque no les quita mérito por su inteligencia, los considera inferiores porque no saben disfrutar de la vida, es decir, y suspira que los pobrecitos carecen de sabiduría.

Y así se ha quedado ella, contrita por no haber podido ver a Saramago, aunque luzca en Albacete su nombre, y resignada, convencida de que seremos incapaces en esta ciudad y en el resto del mundo de aprender de su lúcido pesimismo.

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