martes, 4 de agosto de 2009

La ley de Alabama no dejaría vestido al señor Camps


En Alabama, los custodios de la moral pública han decidido prohibir la venta de un vino porque en su etiqueta aparece una mujer desnuda que a juicio del Consejo de Control de Bebidas Alcohólicas del estado sureño posa de manera inmoral o sensual.


Alabama, a pesar de Obama –dice mi perra que ha decidido poner fin a sus vacaciones estivales y dejar de cansinear conejos a la puesta de sol para cansinearme a mí- es un estado emocional, una tierra tremendista que tuvo su Cela del sur en Faulkner y que trata a sus administrados con ese puritanismo morboso y contradictorio que a los europeos, dependiendo de su tensión arterial les mueve a la benevolencia o la irritabilidad.


Ayla, que recurre con la misma naturalidad a la wikipedia que a las manotadas en sus distintos cacharros para indicarte si quiere comida o agua sin haber sido entrenada con terapia conductual alguna, me explica displicente que Alabama no se encuentra bajo ningún régimen talibán, ni en Oriente Próximo ni en el Cercano, ni tan siquiera en la Africa musulmana, sino que vive apacible sobre los valles fértiles del Missisipi de la primera democracia del mundo que inmortalizó Twain.
Ahora va a resultar que la España profunda de los Santos Inocentes tiene lazos de sangre con la América profunda del Sur y que también existe una Francia subterránea, una Alemania honda, una Italia insoldable y un Moscú oscuro; y mientras tanto nosotros haciendo apostolado progre para erradicar una seña de identidad tan universal como la OTI o Eurovisión.


Mi perra pide calma a la tromba de criticones que se mofan del estado sureño desde su superioridad intelectual cuando homologan las leyes civiles con la sharia de los estados musulmanes, porque aunque allí tampoco puedan representarse mujeres desnudas que alteren la libido del buen musulmán, en la ilustrada Francia es ilegal poner el nombre de Napoleón a un cerdo, en el parlamento británico está prohibido morirse, en Indonesia la masturbación está penada con la decapitación, en las playas de Palermo, solo pueden desnudarse las mujeres porque la anatomía masculina puede ser obscena, hasta sin quererlo , en China te pueden empapelar no por mirar mujeres desnudas pero si sus pies si se te ha ido la pinza y eres un poco fetichista, en Canadá no puedes quitarte un vendaje en público y en Moscú los cachorros de Putin te ponen el semáforo en rojo si te besas en la calle más de tres minutos, tiempo que consideran el prudencial para no dejarse llevar por el arrebato, aunque la cosa sea a 20 grados bajo cero.


Yo que soy nacionalista de todas las Españas aunque solo sea para incordiar a los nacionalistas de su sola nación, aprovecho para lucir orgullo patrio sobre el sentido austero y comedido de nuestra jurisprudencia que nos libra de esos ridículos internacionales por carecer de “common law" anglosajón, pero la jodía de mi perra aborta mi discurso nada más empezar porque viene con los reflejos prontos y las fuerzas intactas.


Vuestras leyes responde no son absurdas pero vuestra justicia es un cachondeo y me esboza las portadas de los periódicos de hoy con el señor Camps más bonito que un San Luis luciendo en la pechera el sobreseimiento de su causa por el Tribunal Superior de Justicia de Valencia. Un escándalo que las absurdas leyes anglosajonas no juzgarían para ver si abandona la cosa pública el agraciado con tanto regalo de bigotes porque habría dimitido nada más conocerse una trama que sonroja.


Es más inofensivo prohibir ninfas desnudas en las botellas que tolerar una inmoralidad pública que sonroja, al fin de al cabo, apostilla mi perra, lo de Alabama debe ser por lo que decía el Resines en Los Serrano, eso va a ser que lo miran con la mirada sucia.


Donde esté un buen escándalo por el cuerpo de una mujer desnuda, que se quite la desvergüenza del cuerpo vestido a medida del presidente de la Generalitat por una trama corrupta que ya ha quedado demostrado que él solo pasaba por allí.


Ayla ha vuelto y no puedo con ella. El día que me lleven a la cárcel, ese día seguro que se escaquea y dice que no me acompaña porque las leyes españolas no permiten animales de compañía en presidio.


¡No es lista ni ná!

1 comentario:

  1. Se echaba de menos a la perra después de 50 días de silencio. Vaya forma de ladrar, poniendo a todo menda en su lugar. ¿No conoce ninguna prebenda más cercana? Digo, porque ya puestos al cachondeo de la justicia, casi mejor que se intenten hacer rodar cuantas más cabezas. Sólo una propuesta. Que la digiera, y que diga algo después. En todo caso, aúpa Ayla.

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