sábado, 16 de mayo de 2009

Probablemente los unicornios no existen


Dedicar tanto esfuerzo a rebatir la probable inexistencia de Dios, exhibiendo la duda existencial en los autobuses urbanos de Albacete, me parece un empeño tan baldío como organizar una campaña para que el unicornio sea declarada especie protegida, en detrimento del lince, un felino muy denostado últimamente por la Conferencia Episcopal.

La Asociación de Ateos de Albacete quiere colocar en los autobuses la leyenda “Problablemente dios no existe, deja de preocuparte y disfruta de la vida” y están enfadaos por que no les dejan ejercer su apología al colisionar los principios del libre mercado con los derechos a la libertad de expresión.

Mi perra que quiere ser solidaria con la Justicia, es decir, que aspira a que de una vez funcione como una institución del siglo XXI y de las TIC, argumenta que solo le faltaba a Tribunal Superior de Justicia, con la que pedrea de recursos que se avecinan sobre la pildora postcoital, la ley del aborto, la educación para la ciudadanía y alguna sarta de cohechos, que sus señorías también se tuvieran que arremangar las puntillas para dilucidar sobre si el principio de la existencia de un ser supremo o su contrario es equiparable como sujeto de derecho a los anuncios de lencería fina o a la primavera del Corte Inglés.

A Ayla, que cuando le llegó el momento de preguntarse sobre su origen, su identidad y derecho a la trascendencia a pesar de su naturaleza perruna, leyó a los filósofos malditos para orientarse, le parece la campaña un tanto timorata y acomplejada.

Mi perra suscribe lo de Cruz y Raya de si hay que ir se va pero que ir pa na… proponiendo un texto alternativo, que elimine definitivamente esa referencia agnóstica y unamuniana a la par que pelín acojonada del “probablemente” por un taxativo “dios no existe”, porque todo ateo que se precie no puede albergar dudas y si las tiene es un fraude al consumidor.

Poética y volteriana sugiere a la asociación de ateos de Albacete una leyenda alternativa que elimine cualquier ambigüedad como “Vivir es lo más peligroso que tiene la vida porque la otra alternativa es inaceptable” y menea su rabo contenta e impaciente por su ocurrencia mientras espera mi asentimiento.

Mi perra que por existencial no reniega de la utopia como fuente inspiradora del cambio social ve una pérdida inexcusable de tiempo y dinero en una campaña sobre la posible inexistencia de algo, cuando existen tantas realidades mesurables que deberían recabar la adhesión de voluntades y energías para su total erradicación como la explotación infantil y sexual, el tráfico de armas, el hambre, la tortura, el racismo, el cambio climático, y otras lindezas sobre las que no hace falta que me extienda.

A Ayla si declaran especie protegida al Unicornio, por hacer la gracia está dispuesta a ponerse una chapa, pero insiste que no está la cosa para andarse preocupados y ocupados con mitologías y si el tema es dar espectáculo, que los eclesiales y los ateos se echen un partido de futbol en el Bernabeu, eso sí, sin himnos que luego hay inventos que no se saben si son de Dios o del Diablo.


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